Esta semana comenzamos en un nuevo ciclo político en nuestro país, el cual el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha denominado como la Cuarta Transformación. Será la historia la que juzgará si las acciones de la nueva administración federal son del calado que se pretende, o si no, cuando menos el que se anuncia; sin embargo, considero que parte de nuestra madurez ciudadana y democrática demanda que más allá de hacer votos para que al nuevo gobierno le vaya bien, se requiere de la suma acciones y voluntades para consolidar el proyecto de nación desde los municipios y las entidades federativas.
No obstante, quisiera referirme a una cuarta transformación diversa: la industrial, ya que mucho de lo que ofrecen las opciones políticas en la actualidad como soluciones revolucionarias, son factibles técnicamente, las tendencias del gobierno electrónico y de la gobernanza colaborativa facilitan la entrega de bienes y servicios a través de las tecnologías, las cuales eliminan la discrecionalidad, favorecen la transparencia y disminuyen de manera contundente la corrupción, ya que se elimina el trato con humanos y los bienes o servicios se entregan conforme a los criterios del sistema al que pertenece, con costos inferiores.
Muestra de ello es el blockchain o cadena de bloques, tecnología que se perfila como la principal disruptora de nuestro entorno, a través de la cual, sola o en combinación con los contratos inteligentes, todas las operaciones que se realicen en la economía digital son susceptibles de ser validadas, registradas y autogestionadas a través de mecanismos seguros e íntegros, que eventualmente podrán prescindir de intermediarios tales como los bancos, los comercios o los gobiernos.
¿En qué medida el blockchain puede transformar la administración pública?, prácticamente en cualquier ámbito, como en el caso de las compras gubernamentales en las cuales todas las operaciones pueden ser registradas y rastreadas, con la finalidad de poder ser controladas, fiscalizadas y evaluadas, procesos que pueden generarse de manera automatizada a través de contratos inteligentes, es decir, que una vez que se realice cualquier compra gubernamental, de manera adicional al registro y su disponibilidad, resulta factible implementar una revisión o fiscalización automatizada mediante un algoritmo que permita señalar si la operación tiene buena pinta o arroja indicadores que señalan que debe ser revisada.
Otro supuesto, puede ser el sector salud, los expedientes clínicos electrónicos y de servicios de salud, los cuáles pueden ser montados en un entorno basado en blockchain con la finalidad de que la información de referencia pueda estar disponible para cualquier hospital, público o privado, que requiera brindar atención médica a un paciente; entre tantas otras opciones tales como registros públicos, expedientes académicos, trámites, actividad financiera y presupuestal.
El uso de la tecnología permite de manera acelerada brindar una amplia gama de servicios a la ciudadanía y con ello, disminuir los costos asociados, y con esto, contar con una mayor disponibilidad presupuestal, proceso para lo cual resulta crítico, contar con perfiles especializados para su implantación a través de Gobierno de Datos, así como de las condiciones para una Gobernanza de los Datos, es decir, para que los datos puedan ser utilizados y sean efectivos para los fines para los cuales se destinan.
Sin embargo, el blockchain solo es uno de tantos elementos presentes en esa Cuarta Transformación Industrial, que empieza a tomar el nombre de Industria 4.0 a partir de la propuesta de Klaus Schwab, Fundador del Foro Económico Mundial, caracterizada por la digitalización y la ciberfísica, en la que la robótica, el internet de las cosas (internet de todo), inteligencia artificial, nanotecnología, computación cuántica, biotecnología, impresión en tercera dimensión, vehículos y objetos autónomos y big data, entre otras tecnologías, permiten el control de nuestro entorno con base en algoritmos.
La primera revolución industrial surgió a partir de la primera máquina: la de vapor, a través de la cual se facilitaba el desarrollo de tareas; la segunda revolución estuvo marcada por la producción en masas y el uso de la electricidad a través de diversos aparatos; posteriormente encontramos la tercera etapa, caracterizada por el uso de computadores, y derivado de la programación, la existencia de automatización en las actividades productivas.
La cuarta revolución industrial por ello va más allá, como hemos atestiguado en tiempos recientes, en los cuales el uso de smartphones ha rebasado a las computadores de escritorio como los principales puntos de acceso a internet y en el que en breve, también todo formará parte de internet, y por ende, a través de los protocolos existentes en los diversos dispositivos, puedan automatizarse procesos ciberfísicos, es decir, que nuestra realidad pueda se controlada a través de algoritmos, sea a través del entorno físico o del virtual y el ciberespacio.
Ante este escenario, mucho importará la estrategia tecnológica que impulse la administración pública federal que acaba de tomar posesión a fin de lograr que nuestro país cuente con condiciones que le permitan una inserción adecuada dentro de la industria 4.0, tema sobre el cual la Estrategia Digital Nacional realizó una importante labor, que sin duda, siempre será limitada ante las necesidades y requerimientos de nuestra población frente a la economía digital.
Hasta la siguiente semana.
Abogado especializado en TICs, privacidad y cumplimiento legal. Maestro en Derecho de las Tecnologías de Información y Comunicación por INFOTEC.